La que lió Google con sus gafas. Aquello parecía ser un adelanto de un futuro inevitable, en el que las personas llevarían integrado el ordenador. Google Glass fue un furor, pero en esta historia todo sucedió demasiado deprisa: se presentó inicialmente un producto que todavía no existía, y cuando por fin comenzaron a distribuirse las unidades de desarrollo, lo hicieron con cuentagotas y a un precio que cortaba el hipo.
Esta combinación de circunstancias hizo que las Glass se convirtieran en un símbolo inequívoco de estatus: el poseedor, o tenía buenos contactos en Google o dinero de sobra para pagar las escasas unidades disponibles. Del símbolo a la exhibición exagerada, y de ahí al glasshole. Un fenómeno muy incómodo para Google que, en realidad, fue el primer clavo a la tumba del producto.
El término definía a los ‘capullos’ que se presentaban en cualquier sarao con las gafas y pretendiendo ser unos adelantados a su tiempo, en realidad proyectaban una imagen penosa. Los perfiles de Twitter comenzaron a llenarse de fotos de los temidos personajes y de ahí al cierre del chiringuito pasaron unos pocos meses. Pero ¿han muerto realmente las Google Glass?
Los de Mountain View han recurrido a Luxottica, que cuenta en su haber con marcas como Ray-Ban, Oakley o Arnette
Los medios corrieron a velar al difunto y las redes sociales comenzaron a cachondearse de los odiados glassholes, al tiempo que los que antes lucían las gafas con orgullo en su perfil de Twitter volaban a cambiar la foto. Sin embargo, la nota de prensa en realidad no decía que el proyecto moría, más bien al contrario, sugería que seguiría en un futuro, del que ahora parece que ya tenemos más pistas. Un “hasta luego” al programa Explorer (la única forma mediante la cual se podían adquirir las gafas), pero no un adiós definitivo. De hecho, rubricaron la nota con una ensoñadora y significativa cita de Emerson: “No sigas el sendero. Dirígete en cambio a donde no hay sendero y deja una huella”.
Un mensaje claro que sugería que todavía quedaba mucho camino que recorrer, pero en parte sí podía considerarse también como un mea culpa: Google había jugado a químico en un experimento con consecuencias insospechadas, y los tubos de ensayo le habían estallado en la cara. ¿La conclusión? Google Glass sigue siendo el futuro pero lo hemos planteado mal, demasiado pronto y se ha descuidado en exceso el factor estético. ¿Y ahora? Ahora viene lo bueno. Google presentará “pronto” unas Glasses que no tendrán nada que envidiar a las Ray-Ban o semejantes. Y no es un rumor: es un hecho.
Un producto de masas, por fin
Desde luego, si algo tiene buen Google es que no tiene empacho en echar el cierre a proyectos infructuosos o a confiar a terceros el desarrollo de productos que se pueden hacer fuera de casa mejor. Y eso ha sucedido. Los de Mountain View han recurrido a la mayor referencia en lo que a estética en gafas se refiere: el gigante italiano Luxottica, que cuenta en su haber a marcas como las mencionadas Ray-Ban, Oakley o Arnette entre otras.
La sorpresa la dio el propio CEO de la compañía, Massimo Vian, quien ante sus accionistas anunció un acuerdo con Google mediante el cual se encargarán de la fabricación de una nueva generación de Glass que, sobre el papel, acaba con todos los inconvenientes de la versión inicial. “Estamos trabajando ya con la versión 2 de las gafas”, explicó el directivo, dando por muestra la Explorer que dio la vuelta al mundo y confirmando, que el proyecto no sólo estaba muerto, sino que volverá con fuerza en breve ¿Cuánta fuerza? Mucha, parece que mucha.
Google acaba de registrar una patente en la que se incorpora un control táctil y se disimula considerablemente el prominente visor del modelo anterior
Antes hemos apuntado con el dedo acusador al fenómeno glasshole como el matarife de la iteración inicial del producto, y el acuerdo con los italianos lo confirma. Google Glass ha sido una idea brillante mal ejecutada y en el peor momento. Pero no cabe duda que el equipo de Brin y Page mostró, torpemente, eso sí, el gran potencial del producto. Si ahora comenzamos a asumir como algo habitual leer el correo en un reloj o incluso contestarlo elevando la muñeca ¿por qué no va a tener sentido hacer lo propio con la mirada y unas gafas a la moda y que pasen totalmente desapercibidas como complemento friki?
A este respecto, tanto los italianos como los estadounidenses remarían en la misma dirección: los primeros en diseñar una gafa con la estética como primera prioridad, y los segundos para ir puliendo los aspectos técnicos que quedaron en evidencia en la versión inicial. Y por descontado, se esforzarán en reducir el tamaño del visor que tan evidente hacía el uso de las gafas. A este respecto, la firma acaba de registrar una patente en la que se incorpora un control táctil y se disimula considerablemente el prominente visor del modelo anterior.
En la red ahora el debate se centra en la conveniencia de uso de los smartwatch frente a las gafas inteligentes ¿cuál es más cómoda de utilizar? Algunos apuntan a que un reloj estará siempre en la muñeca del usuario, como sugieren algunos lectores en The Verge, mientras que otros apuestan por la comodidad de las gafas: no hay que tocar prácticamente los botones puesto que las notificaciones están siempre ahí. Visibles. ¿Qué sucederá con esta segunda versión? Es difícil de adivinarlo, pero si el combinado Google-Luxottica logra ofrecer un producto a un precio cercano al de los relojes inteligentes (unos 300 euros), las Glass podrían estar finalmente más cerca de ser un producto de masas, la verdadera intención de Google en este complejo proyecto. Y lo pueden lograr.
Fuente:https://www.elconfidencial.com/
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